Mi consolador eterno
Hombres y las mujeres somos por igual vulnerables. Todos sin excepción alguna vez necesitamos ser consolados, sea por algo que pasó, que esté pasando o que llegará a suceder. El consuelo del Espíritu Santo produce deleite al alma, transformación, quita el temor, anula diagnósticos y te capacita para consolar a otros.